Por Marcos Velásquez.
Jean Paul es mi amigo de infancia. Estudiamos el quinto elemental. A él lo admirábamos por que su papá, quien fue un piloto veterano de la guerra de Vietnam, no permitía que ningún profesor se la montara a su hijo.
Así lo conocí yo. Un man super querido que tenía el coraje de salirse del salón sin pedirle permiso al profesor en cualquier momento a llamar a su papá del teléfono público (al que había que echarle monedas para hacer la llamada), que había dentro del colegio, si algún profesor se estaba propasando en el trato hacia él, dado que para 1982, no faltaba el profesor de colegio que aburrido se encarnara, por sus fantasmas, en desquitarse sus frustraciones con algún alumno tal y como lo veíamos en el video de The Wall de Pink Floyd por esa época.
Como Paul tenía papá, era consentido. Eso hacía que a uno que otro profesor le diera rabia y claro, se la montaban, y obviamente, Jean Paul no se la dejaba montar y llamaba a su papá, quien llegaba en menos de veinte minutos a ver qué le estaban haciendo a Paul.
El profesor apenas veía al padre de familia lo negaba y Paul, que tenía papá desmentía al profesor y el papá le reviraba al profesor por mentiroso (porque le creía a su hijo) y porque se la estaba montando al pelao.
Así, llegaba el coordinador -el Hermano Antolín-, al salón a ver qué era lo que estaba pasando y se armaba la de Troya, porque el Hermano tratando de mediar le daba más el lado al profesor que al alumno y el papá de Paul, que era un veterano de guerra y sabía que no había nada que perder en la defensa de los derechos y el respeto al otro, se solevaba porque se la estaban montando a su pelao y no se lo estaban reconociendo.
Mientras, nosotros ahí, todos pendientes de la pelea que se desarrollaba en la puerta del salón, porque Paul se ponía nervioso y se agarraba a llorar en la mitad de los tres adultos y la voz super alzada de su papá.
Todos en el salón pegábamos los ojos en la putería del papá de Paul, la fuerza que hacía el Hermano Antolín para que las cosas volvieran a su cause y en la rabia y el resentimiento del profesor, porque sabía que la había cagado, que Paul lo había desmantelado y tenía que tragarse sus argumentos y su impotencia para evitar que las cosas se le empeoraran más a él.
Obviamente, nosotros felices porque estábamos perdiendo clase y porque veíamos a un papá que tenía el ímpetu de defender a su hijo, por encima del cagado concepto conservador hipócrita que plantea que a la autoridad hay que respetarla por sobre todas las cosas.
Al papá de Paul lo recuerdo siempre con mucho cariño. Él me enseñó que la autoridad tiene sus límites y que a quien abuse de ella, se le puede confrontar. Cosa que no hacían nuestros papás convencionales que crecieron bajo el yugo de una religión que adoctrinó y sometió a un pueblo a la costumbre de los abusos del poder, planteando que las sotanas y quien represente la autoridad, antes que cuestionarles su “santidad”, eran ante todo la autoridad.
Chat de WhatsApp.
En un chat de WhatsApp de exalumnos del colegio nos volvimos a encontrar Paul y yo. La sorpresa de muchos fue que Marcos Velásquez, hijo de familia ganadera, estuviera apoyando a Gustavo Petro, cuando en el colegio hablaba pestes de la guerrilla y de cómo esta estaba arrodillando al país, y a punta de secuestros, abigeato y extorsiones, estaba haciendo su guerra de liberación y reivindicación de los derechos sociales.
Mayor contradicción no podían encontrar los miembros del chat que me advirtieron que todos eran Uribistas y sobre todo, capitalistas. Obviamente, yo solté la risa y les dije: <<Take it easy, man!>>.
Pasados unos días, comprendí que la visión de muchos de los participantes del chat está provista de una mirada en la que los privilegios de la vida (que no está mal) les nubla la visión objetiva de la realidad de un país que cree que ha vivido en el capitalismo, cuando no ha podido salir del feudalismo (señores y vasallos) administrado por gobiernos gamonalitas (hacendados adinerados, patrones de peones, que ejercen una influencia política y económica abusiva en su comarca y en Colombia, en sus rebaños de votantes).
Muchos piensan que Colombia es un país capitalista, pero no. Colombia, en tres o cuatro cascos urbanos de ciudades capitales, puede tener unos visos capitalistas, y aunque el comportamiento del consumidor colombiano se desarrolle por la influencia del comercio electrónico como consumidor compulsivo (uno de los rasgos del capitalismo), hoy más que nunca, con el nivel de inflación al alza y la crisis económica que produjo la pandemia del Covid-19, volvemos a la realidad de un país que no es industrial y que gracias al maravilloso aporte del gobierno liberal de Gaviria (1990-1994) que, sin el país estar preparado para una apertura económica, la permitió, contamos con una crisis de insolvencia y flujo de dinero en las calles.
A pesar de que lo real nos está mostrando lo que somos y de querer negar la realidad en la que estamos, hay un sector de la población colombiana que creció dentro de unos privilegios que piensa que todo el país es tal y como ellos lo viven y que los pobres que existen en Colombia, lo son por flojos y porque no quieren trabajar.
Que los obreros y la cantidad de desempleados que no saben para donde pegar, y por eso ahora existe tanto “emprendimiento”, surgen porque no saben ahorrar, o porque malgastan el dinero que consiguen en mujeres, alcohol y llenando el mundo de hijos que engendran más pobreza.
Al estar centrados mis compañeros en su juicioso trabajo de empresarios, que han hecho a pulso algunos de ellos o con el apoyo de su familia, mientras que otros han tomado el testigo del trabajo de sus ancestros y uno que otro ha sostenido su trabajo asalariado al haber contado con un golpe de suerte (porque en Colombia hay que contar con un golpe de suerte para poder prosperar, o con un padrino político que brinde buena sombra), en el grupo me advirtieron apenas me ingresaron: <<¡Pilas Marcos que aquí no gustamos de zurdos!>>.
Con ello me hicieron entender que la izquierda no es una posición aceptable y que hay un desconocimiento o una negación a una posición crítica de la realidad en la que todo lo que no es derecha en Colombia, es tildado o visto como guerrilla.
Yo no soy guerrillero, soy un intelectual formado en la escuela estructuralista francesa donde se lee a Freud, Marx y a Lacan, Foucault, Lévi-Strauss (estos dos excelentes escritores) y Barthes, entre otros filósofos, antropólogos y sociólogos que hacen uso de su intelecto para pensar y con ello, criticar la realidad social y por ende política, para plantear un mundo más cercano a lo ideal que, a día de hoy, donde la pandemia nos dejó aturdidos y a algunos sin norte al desdibujar las seguridades en las que se movían, tenemos que hablar de una sociedad mesurada.
Hablar de esa sociedad que Alfredo Molano describió en sus trabajos de periodismo testimonial y para muchos pasó inadvertido, así como aún se endiosa a un expresidente que no da cuenta de las masacres que se cometieron en su gobierno (porque las masacres no se hacen solas) y se justifican dichos actos violentos y se niega el dolor de las víctimas y de los inocentes porque, aunque el remedio fue peor que la enfermedad, no importó y sigue sin importar, so pretexto -que no es mentira-, de todo el daño que cometió la guerrilla bajo su consigna revolucionaria atropellando al pueblo y dejándonos a los colombianos una de las sombras más macabras en tanto a dignidad se refiere: el secuestro.
De este modo, no es posible en un mundo empresarial, que solo piensa en producción, costos y rentabilidad, tratar de mostrar las grandes fisuras que tiene el Estado colombiano y como estas incrementan la deuda social que está engendrando el caldo de cultivo de una revuelta civil que clama más que por una igualdad, por unos derechos que no vislumbran en ningún horizonte cercano.
Se podrán imaginar el chat tan controversial después de estar en su mayoría Uribistas endiosando al lobo disfrazado de cordero hablando mal de Petro y dándole rienda suelta a todos sus miedos y a las comparaciones con Venezuela, como argumento a la mano para negar que el país se puede pensar de otra manera y que si un gobierno diferente a Uribe se sienta en el solio del Palacio de Nariño, se acaba la nación y el estado de derecho.
Allí, desde su afán de negar a la contraparte y con el propósito de poder saber algo de lo que se está discutiendo, Paul preguntó: <<Y a todas estas, ¿qué es el socialismo?>>.
¿Qué es el socialismo?
Me comprometí en dar respuesta a esta pregunta espinosa en estos tiempos donde ya no hay un concepto de ideología, sino una afirmación del fin de la historia proclamado por Fukuyama al postular que el capitalismo es el sistema ideológico que cierra la lucha de las ideas y plantea el estilo de vida de una sociedad ideal, según su propio análisis.
Para tratar de dar respuesta a la pregunta de Paul, le recuerdo que su papá combatió las ideas comunistas en Vietnam, que son la antípoda del capitalismo. Y que el gran temor de todo empresario es que al hablar de socialismo, existe la sombra de la perdida de la propiedad privada, dado que el Estado entra a tomar las riendas del manejo de los bienes y servicios que se le prestan a los ciudadanos.
Allí surge el miedo de que todo se vea empobrecido como en Cuba, sin tener presente que ello se derruyó, a raíz del bloqueo económico de Estados Unidos y las consecuencias de la Guerra Fría (1947-1991) que sobrecogieron a la isla por defender las ideas socialistas, con el agravante de la dictadura de los Castro.
En términos de sistema social, el socialismo está pensado como un sistema en el que la educación es para todos, sin pasar por la estratificación social, lo que implica que el estado proporciona un sistema educativo para que todos los ciudadanos alcancen los niveles de formación más elevados posible, buscando con ello que al haber más preocupación por las letras y tener más herramientas para pensar y dirimir los problemas, la sociedad sea lo menos violenta posible.
De igual modo, el Estado ha de garantizar la salud a partir de la promoción de los buenos hábitos y la prevención de las enfermedades, acompañado de una disciplina deportiva que permita la salud física y cultive la fortaleza mental, garantizando además, una buena y sana alimentación.
Visto así, no hay mayores peros, sin embargo, cuando se entra a mirar el sistema de producción y la política de precios que el Estado sería el encargado de su administración para poder garantizar las políticas de empleo y el reparto de la plus valía entre los ciudadanos, surge el pero que tanto preocupa a una visión del mundo como la que hemos recibido nosotros los nacidos en Colombia en la década del setenta que, gracias a nuestros estilos de vida urbanos, no hemos tenido que padecer la atroz realidad de la Colombia rural, campesina, desplazada, masacrada y desprotegida.
Con ello se busca que la riqueza sea equitativa y que el valor de las cosas no entre en la lógica especulativa del libre mercado que defiende el capitalismo, tratando de generar un bienestar social a favor de todos y no en manos de unos pocos.
Así mi apreciado Paul, groso modo espero haber dado respuesta a tu pregunta, y mi respetado Juan Fernando, espero que entre tanto “humo” esté más claro la disertación que inició en el chat.
TIPS para no sufrir.
- Es comprensible el temor que existe ante un cambio de modelo ideológico en nuestra sociedad, sin embargo, es oportuno resaltar que Colombia ha tenido visos capitalistas, pero no ha sido una sociedad capitalista propiamente dicha. Así las cosas, acentuar un modelo social es oportuno para que el trabajo, la producción y el reparto de las tensiones existentes contengan el malestar social que vivimos.
- Si Colombia se organiza en función de la producción equitativa y justa, aflorará la riqueza para todos. Como estamos, ya hemos construido un comunismo donde los pobres son comunes y los ricos los mismos de siempre, sin entrar a plantear el desastre que existe en la cloaca del Congreso.
- Se habla de la guerrilla y el malestar existente en relación a la negociación de Paz con las FARC y todo lo que quedó pendiente por parte de ella en los acuerdos, pero tampoco se da ejemplo ni respuestas claras a la responsabilidad del Estado en relación a las masacres, los desaparecidos y las muertes selectivas de líderes sociales.
- Gustavo Petro fue guerrillero y lo asumió, pero en el gobierno y en el senado hay cualquier cantidad de personas infiltradas que trabajan con grupos al margen de la ley, o son sus jefes o han negociado con ellos para conseguir sus objetivos y no lo asumen. Petro dejó la guerrilla y las armas para dedicarse a la política, del otro lado, mucha crítica a la oposición y mucho silencio cuando se les trata de entreabrir la puerta de sus relaciones oscuras.
- El capitalismo está en crisis, tal y como lo expone Robert Reich, exsecretario de Trabajo de EE.UU. Colombia está en crisis y no lo aceptamos. ¿Qué propuestas hace la derecha y el centro camuflado, que también es de derecha pero no se atreve a decirlo, para salvar el capitalismo en un país que no es capitalista en tanto tal?
Facebook: https://www.facebook.com/profile.php?id=100061825363935
Twitter: @MARCOS_V_M
*Las opiniones expresadas en los artículos de opinión que firman los colaboradores son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial del Diario Digital Panorama del San Jorge.